El dulce beso de las mariposas, de Marta Muñoz Barrero
Autopublicación
ISBN: 978-8409390274
Páginas: 384
Tapa blanda / Ebook
Nota: 5/5
Sinopsis: La vida feliz y despreocupada del incorregible seductor, Nathaniel Egoth, choca con un altercado sin precedentes que le obligará a abandonar Londres con el objetivo de ponerse a salvo de sus perseguidores y proteger así a su familia de posibles consecuencias. Con su fiel compañero Jim, se esconderá del mundo en la casa de campo de alguien con quien nunca se les ocurriría relacionarle.
A pesar de no recibir una cálida acogida por la dueña de la casa, se le permite quedarse allí, en honor a la amistad que Nathaniel guardaba con el marido de la viuda. Poco podía sospechar él que aquella decisión iba a cambiar tanto su existencia. Su reencuentro con la hija de su fallecido amigo, Celia, va a hacer que cambie su perspectiva de la vida que lleva e iniciará un camino en apariencia sin retorno al que se resistirá con todas sus fuerzas.
-¿Y si cierras la boca, me besas y te rindes a lo inevitable?
El dulce beso de las mariposas nos traslada a la Inglaterra del siglo XIX, como otras tantas novelas de romance. Pero al contrario que la mayoría de esas novelas, no nos conduce a Londres, con sus bailes, visitas a la modista y paseos por Mayfair (todas cosas de las que no me quejo, claro). No, en El dulce beso de las mariposas Marta nos lleva al campo. Al hogar de una familia no muy dada a los eventos de sociedad, los Baker.
Y llegamos al mismo tiempo que el protagonista masculino de la novela: Nathaniel Egoth. Rico, apuesto, carismático, Nathaniel podría ser todo lo que acostumbramos en una novela de este tipo. Salvo por un detalle: su edad. Y es que Nathaniel tiene 51 años, una cifra poco usual en el protagonista de una novela romántica. Sin embargo, esto no afecta en nada ni al desarrollo de la trama ni al del personaje. En todo caso, potencia esto último. Porque Nathaniel lleva medio siglo siendo un vividor, un casanova, rehuyendo cualquier clase de compromiso incluso antes de que este pueda presentarse. Y aunque todo su entorno piense que simplemente es un libertino sin solución, poco a poco descubrimos que Nathaniel Egoth es algo más que sus proezas amatorias y los padres y maridos enfadados que deja por el camino (o que le disparan, para el caso).
Como decía, llegamos al hogar de los Baker con Nathaniel, que pide refugio en el hogar de la viuda de su mejor amigo. Pero además de a Maggie Baker también encuentra a Celia, la hija de Maggie. Celia, quien también es viuda y madre de un niño pequeño. Y que, bajo las amenazas de Maggie, el recuerdo de su amigo y el peso de su propia conciencia, es intocable para Nathaniel.
Celia es una joven tranquila y bondadosa. Empatiza rápidamente con Nathaniel, aunque no duda en señalarle sus errores cuando considera que debe hacerlo. Y a pesar de las atenciones que su padre, primero, y su marido, después, no dudaban en prodigarle, Celia es humilde y no duda en sacrificar algunas comodidades por el bien de su hijo, a quien defiende con uñas y dientes (a veces de forma bastante literal) cuando es necesario. Para Celia el centro de su vida es Nate, su hijo, que nació tras la muerte de su esposo.
Este comportamiento despierta roces con Maggie y Arthur, el hermano de Celia. Y la presencia de Nathaniel no hace sino exacerbar esto conforme la trama se desarrolla ante nosotros. Y es que lo que a priori parece una vida idílica para Celia y los habitantes de la casa, poco a poco desvela pequeños secretos y problemas que, acumulándose, amenazan la tranquilidad que Nathaniel cree haber encontrado en el campo.
Los personajes secundarios también están construidos con gran mimo, a pesar de contar con menos tiempo para presentarse a sí mismos. Algunos de ellos no dejarán indiferente a nadie, desde luego. Ni para bien, ni para mal. Los que ya hayan leído la novela saben a lo que (y a quien) me refiero. Y los que la vayan a leer, van a entenderlo.
La trama se ramifica aquí y allá un poco, añadiendo profundidad a los personajes y ayudando en su desarrollo. Sin embargo no se entretiene demasiado antes de volver al cauce habitual. La novela tiene un ritmo tranquilo, pero constante, dejándonos conocer a los personajes, sus sentimientos y sus historias sin prisas. En cierta forma, el ritmo evoca mucho de ese carácter propio de la vida en el campo que viven los protagonistas. Pausado, dando espacio a indagar en el interior de cada uno.
Eso no le impide a Marta adaptarlo cuando es necesario, imprimiendo a la narración la urgencia adecuada en las escenas que lo requieren, sin perder naturalidad ni fluidez. Y lo mismo puedo decir del vocabulario usado. Sin llegar a ser sobrecargado o pesado, el estilo de la narración te sumerge en el mundo de la novela. Elegante pero sencillo, hace pensar en que así debe ser como escribe Celia sus propias novelas.
Diría que hay dos conflictos principales en la novela. Uno que surge entre los protagonistas, y otro externo. Ambos se desarrollan con la misma paciencia con la que sucede todo lo demás, pero se hacen presentes con eficacia. El primero se resuelve con unas escenas que a mi me dejaron con el corazón muy calientito y muy satisfecha con la resolución del mismo. El otro se resuelve de una manera cuanto menos sorprendente, después de una escena también sorprendente por sí misma. El resultado es un final de novela bastante redondo y satisfactorio, que te hace cerrar el libro (o la aplicación de kindle, en mi caso jajaja) con la sensación de haber acompañado a los personajes a un viaje muy bonito y un destino de los de comer perdices.
Recomendaría este libro a todos aquellos que disfruten con las historias tranquilas, llenas de reflexiones y conversaciones sinceras, salpimentadas aquí y allá de escenas con un poco de tensión, pero sin pasarse. Un libro para leer cuando estás suavecita, acompañado de algún té afrutado (o helado, en esta época del año) y música bonita.
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